“No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices”. Robert Louis Stevenson.
La mayoría de las personas que acuden a terapia lo hacen porque están atravesando un momento difícil en sus vidas, se sienten perdidos y necesitan una guía que les oriente y les dé pautas y herramientas para atravesar esa situación.
Tenemos claro cuando tenemos que ir al médico pero no cuándo debemos acudir al psicólogo. Aún circula la idea de que las personas que acuden a terapia son las que sufren graves problemas mentales, pero nada más lejos de la realidad. Esta creencia errónea hace que a veces sea difícil dar el primer paso. A esto se le suma la dificultad que para casi todos supone contar cosas íntimas a una persona desconocida. Esto sólo sucede en la parte inicial de la primera visita, ya que al establecerse la relación terapéutica, en casi todas las personas ese miedo o vergüenza desaparece de forma muy rápida.
Es conveniente acudir cuando:
- Nos sentimos tristes, apáticos, lloramos con mucha frecuencia y la ilusión por las cosas ha desaparecido.
- La ansiedad aparece continuamente en nuestro día a día.
- Nos preocupamos demasiado por las cosas.
- El miedo nos paraliza y nos limita en nuestro día a día.
- Estamos obsesionados con algo (enfermedades, limpieza, contagio, etc.)
- Hemos sufrido la pérdida de alguien importante (fallecimiento de un ser querido, ruptura de pareja, etc.).
- Nos cuesta relacionarnos socialmente.
- Tenemos dificultad en nuestra relación de pareja.